PAN Y AGUA CON VENENO
Partiremos del hecho de que la música gastronómica es un producto industrial que no persigue intención artística alguna, sino más bien satisfacer las demandas del mercado.
Que en la mayoría de los casos está orientada a satisfacer exigencias banales , transitorias y a veces hasta vulgares.
Que con la música de entretenimiento, de evasión y distración muchos buscan rendir tributo a la glotonería de una masa que se contenta con la absorción un tanto snob de canciones de bajos fondos y que de alguna manera tocan la sensibilidad colectiva.
Difícil es que alguien pueda impedir que nos apercibamos del contexto sociológico que nos lleva forzosamente a esclarecer el ámbito en que nos movemos con una música articulada a partir de quienes han sabido darle un nuevo sentido a la fruición de productos de alto consumo.
He leído las declaraciones de Leonardo Paniagua en el progama Ha Llegado la Hora, de Feliz Vinicio Lora en el sentido de que Juan Luis Guerra no sabe de bachata y nunca ha grabado bachata.
Que en su disco Bachata Rosa no hay una sola bachata
Que Juan Luis es un artista "finonlogo" (término despectivo para referir que es muy fino) por lo que no puede llamársele bachata a lo que hace, ya que el género es "guitarra, bongó y calle"
El pronunciamiento de Paniagua se inscribe en la línea dialectica del enfrentamiento generacional que se dá en todos los ámbitos, en que el viejo no quiere reconocer a veces el aporte de quien le releva.
Lo suyo fue mejor y lo nuevo no es válido porque carece de calidad.
Ya en el pasado lo hemos visto en todos los demás géneros.
Lope Balaguer ha renegado siempre de los intérpretes modernos de la canción popular.
El viejo Lope nunca entendió por qué ''nos compran lo que nos compran y por qué no nos compran lo que no nos compran''.
Cuando surgió Wilfrido Vargas y procuró mantenerse fuera del paragua tradicional, el argumento en contra lo asumió Joseíto Mateo, quien ante el temor de ser destronado como Rey del Merengue, apeló en términos muy ambiguos a la defensa de un falso folklore extracampesino, negándole al merengue la posibilidad de buscar y encontrar alternativas que le permitieran marchar al ritmo del tiempo.
En el contexto en que vivíamos la música de la época, Joseíto se disparó con aquella frase lapidaria de que Wilfrido no hacía merengue sino "fuñemengue".
Lo de Paniagua con Juan Luis es como si volvieramos a transitar por aquel viejo camino con los mismos pasos.
Sólo que esta vez, Leonardo parece estar desandando el mismo sendero, pero en silla de ruedas...
Juan Luis guerra es un punto de referencia obligada.
Un ícono de la industria cultural ligera, al cual todos los intérpretes de bachata deberían agradecer los aportes al género que ahora Paniagua le quiere negar.
Hasta que Juan Luis no tomó la bachata de estandarte y la vistió de gala, despojándola del ''tufillo de patio'', el género no logró romper con la marginalidad en que siempre se mantuvo, como una expresión de la cual la gente se avergonzaba.
Juan Luis le proporcionó un mensaje dotado de significado, dándole un nuevo sentido a las formas de siempre y obligando a un forzoso replanteamiento.
Esa "finongología" de la que reniega Paniagua fue la que le permitió a la bachata entrar a los grandes salones sociales y al amplio mercado internacional del cual muchos de los intérpretes del género se están ahora aprovechando.
Atrás quedó Blas Durán con su ''Pajón", ''El Radio", y la expresión aquella de que "la mujer que come salchichón de noche no sabe el animal que se está comiendo".
Juan Luis Guerra puso la bachata en el mapa del mundo, y ahora los ingratos en vez de agradecerlo se lo están censurando,.
Es probable que vuelva sobre el tema, desde una perspectiva siempre analítica.
Mientras tanto, me permito sugerirle al amigo Paniagua enviar su frotis sanguineo al laboratorio más cercano.
Es probable que cuando le den los resultados se de cuenta de que le han detectado ''veneno''.
FOTOS:
1.-Leonardo Paniagua
2.-Juan Luis Guerra
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